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escribe Mackidockie
¡No me digan que hacerse enterrar para sabotear un sistema
de defensa no es original! ¿Quién dijo que "morir"
no tiene sus ventajas?. Al parecer el difunto Dr. Marlow continúa
haciendo de las suyas desde la tumba, ya que después de su muerte
el radar del sistema de defensa en el que dejó su vida comenzó
a tener problemas en la zona donde su "cuerpo" está enterrado.
Cuando Steed llega al cementerio, el ataúd del doctor está
siendo exhumado y transportado a un hospital para empleados ferroviarios.
Usando su natural encanto con una enfermera, Steed logra quedarse en el
hospital para ver al Dr. Marlow vivito y coleando. Pero él también
es visto, siendo ello motivo de preocupación en Johnson, el artífice
de la operación, quien decide que por haber metido la pata, el
doctor debe ser eliminado. Al mejor estilo Cecilia Grierson, Emma se infiltra
en el hospital disfrazada de enfermera, y descubre que Johnson realiza
las "operaciones quirúrgicas" a puerta cerrada y con
un mínimo de personal. Mientras tanto, Steed se anima a tratar
directamente con la patronal haciéndole una visita al dueño
del hospital, Sir Horace Winslip, un hombrecito obsesionado con los trenes
y ajeno a las maquinaciones que se fraguan a su alrededor, y durante un
paseo por su propiedad nota que una de las ramas de la vía por
donde se traslada un trenecito muy chulo conduce directamente al hospital.
Esa noche, en el hospital se efectúa una operación bastante
peculiar, usando aceite en vez de sangre y soplete en lugar de bisturí.
Pero ahí no cesan las curiosidades: parece que un funebrero (pero
no por ello hincha de Chacarita) está tomando pedidos de entierros
con seis semanas de anticipación, cada uno en un cementerio distinto
y rodeando la estación del radar. Con la corazonada de que lo que
hay dentro de cada ataúd se active desde una caseta de señales
ubicada en casa de Sir Horace, Steed vuelve a visitarlo y trata de explicarle
que su deseo de prolongar la vida de los trenes fue usado para propósitos
más siniestros. Finalmente se convence cuando nota a una jovencita
atada a las vías del tren, y una vez que confirma que se trata
de Emma, Steed corre a salvarla (¡y a evitar que arruine las atesoradas
vías de Sir Horace!). Llega justo a tiempo para evitar que su cabeza
vuele, y entre los dos se encargan de poner a Johnson en un tren a la
Siberia por ejercicio ilegal de la medicina.
Mi parte preferida del episodio es la recreación de un viaje en
tren que Sir Horace le ofrece a Steed y a cualquiera que quiera comprar
un boleto. Su pasión hacia determinado objeto se repetiría
en Too Many Christmas Trees y en The Joker. La idea de un
científico que, afectado por no obtener fondos para su trabajo,
elige el camino del mal, volvería a aparecer en otros episodios
como From Venus With Love, pero como ya todos sabemos cada episodio
de The Avengers es único, y el poder presenciar el trato de operación
quirúrgica que se le da al armado de un dispositivo, más
la candidez que Ronald Fraser pone en su personaje de Sir Horace, son
motivos de sobra para disfrutar este episodio. ¡Y no nos olvidemos
de Emma atada a un tren mientras Steed pelea al ritmo de esa musiquita
de las películas de Chaplin!
escribe Pablo Alonso
Compartiendo con The Murder Market
cierto interés en cuestiones de velatorios y cementerios, The Gravediggers
sintetiza mucho de lo que entendemos por clásico cuando hablamos
de Los Vengadores. Un plot que subvierte elementos comunes de la
realidad (hospitales, ferrocarriles, servicios fúnebres) encontrándole
un nuevo giro; en este caso estos elementos son una pantalla para instalar
un sistema que permitirá neutralizar los radares ingleses para
dejar al país a merced de un ataque misilístico de sus rivales.
Un excéntrico (tal vez EL excéntrico de la serie) nostálgico
por los trenes que tantas alegrías y ganancias le dieron, aprovechado
por estos enemigos de los intereses de la Corona, que incluso por momentos
es hábilmente señalado por guión y dirección
como posible sospechoso. El hecho de tomar la manipulación de uno
de estos aparatitos instalados en los ataúdes como una verdadera
operación, hecho con la mayor seriedad posible incluyendo barbijos
(¿se protegían de alguna radiación?, preguntaríamos
buscando el verosímil) con la suficiente dosis de bizarro y ridículo
sin pasarse de la raya (como pasaría luego en Whoever
Shot Poor George Oblique Stroke XR40?). Operaciones metadiscursivas
que ponen en evidencia recursos de producción a la hora de filmar
(el maravilloso viaje de Steed y Sir Horace, mostrando la típica
manera de filmar viajes en tren (teóricos marxistas críticos
sobre la tv se harían un festín con cómo un burgués
satisface su fantasías a costa del sudor y el esfuerzo físico
de su empleado) o citar otros géneros (la escena final del tren
con música de piano honky tonk de westerns). Malcolm Hulke
escribió algunos de los mejores capítulos de la era Cathy
Gale, aunque no reaparecería hasta el fallido The
Great Great Britain Crime (cutted & pasted por Brian Clemens para
ese bodrio de Homicide And Old Lace) y
Quentin Lawrence dirgió sólo este episodio; inteligentemente,
en especial los juegos de velocidad y el manejo de la tensión para
la pelea del tren. El score musical de Johnson es magnífico, ¡incluyendo
una variación de leit motiv del episodio que suena como electropop
de principios de los '80! Es de notar, como en otros episodios, la total
ausencia de muestras de ideología de los villanos (aunque todos
sabemos de que lado están).
Lo que se le podría objetar a esta historia son, más allá
de la ausencia de un villano interesante, sólo detalles, como que
justo en el episodio en que Ray Austin actúa, haya un momento poco
convincente de lucha (cuando Steed desarma al personaje de Stephen Berkoff,
quien está menos sacado que de costumbre) o que se note el doble
de Patrick Macnee cuando salta al tren. Además, ¿para qué
atar a Emma tan lejos de donde estaba el tren? Sí, ya lo sé:
para construir el momentum dramático, fórmula exitosa de
ayer, hoy y siempre.
Pero no hace falta ni siquiera agitar, cuando se usan los ingredientes
correctamente, The Gravediggers forma un cóctel clásico
y explosivo.
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