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escribe Terylene
¿Cuántas veces ha sido
Steed, directa o indirectamente, el objeto de planes maléficos
o enconadas venganzas por parte de sus enemigos? ¿Cuántas
veces ha sido de algún modo traicionado por sus amigos? A decir
verdad, muchas. Desde los viejos tiempos de "The Wringer," "Man
With Two Shadows" y "Too Many Christmas Trees" hasta los
más cercanos de "The Forget-Me-Knot," "Game,"
"Split!" "They Keep Killing Steed," "Stay Tuned"
y "Noon Doomsday," siempre han aparecido diversos diabolic
masterminds o infames villanos, tendiendo las trampas más sofisticadas
para el dandy de bombín y paraguas. Mas en todas las oportunidades,
Steed supo gambetear las calamidades con una alta cuota de profesionalismo,
gallarda determinación y con ese toque de fino humor que por siempre
ha laureado cada una de sus acciones.
Más allá de los consabidos
nervios o dolores de cabeza que estas siniestras maquinaciones habrán
supuesto para Steed, no hay duda que la que el "amigo" Mark
Crayford le tenía preparada en "Dead Men Are Dangerous,"
significaría algo más que un mal rato para el mejor agente
secreto al servicio de Su Majestad. Sólo un mastermind movido
por un odio supremo y resuelto a someter a Steed a una derrota de por
vida, podría haber elegido un método de destrucción
tan emparentado con la "tortura china de los mil cortes." Quebrarlo
de a poco y atacando preferentemente lo que Steed más quiere, en
lugar de propinarle una directa golpiza, es la manera en que Mark planea
vengarse de su antiguo camarada. No sólo por la bala de Steed que
durante diez años se ha ido acercando fatalmente a su corazón,
sino también para cobrarse la vieja deuda de ser el perpetuo "second
best", con su nombre siempre brillando debajo del de Steed...
aunque sólo una vez en la vida le haya ganado "en su propio
terreno."
Esta alienación que de hecho carcome
la conciencia de muchos individuos de este lado de la pantalla, ha sido
soberbiamente plasmada en otra meritoria creación del tandem Clemens-Hayers
y presentada al público como una virtual contratapa de todo lo
que habíamos visto de Steed hasta ahora. No sólo porque
"Dead Men Are Dangerous" nos brinda la posibilidad de enteramos
de cómo es Steed en su interior más profundo, sino porque
también lo retrata a considerable distancia de su humor tongue-in-cheek
y de su flema inglesa propia de épocas pasadas. Todos sabemos que
el Steed de Los Nuevos Vengadores nunca fue el mismo que el de la serie
original. Pero siempre hacen falta episodios como este, que reflejen claramente
las emociones y los sentimientos de los personajes, para darnos cuenta
del ser humano que habita en cada uno de ellos. Y hay que decir
que en ese aspecto, Los Nuevos Vengadores resplandeció invariablemente
en el fiel retrato de sus héroes.
Pero también hay otros rasgos de
Steed que como nunca quedan bien evidenciados en este episodio. Cuando
Purdey deja oír ese "Guau!" tan sincero ante la
vista del impresionante historial de Steed en el Ministerio, compuesto
por decenas de biblioratos en cuyo lomo se leen los nombres de cada una
de sus socias anteriores, uno comprende la colosal trayectoria de Steed
en su vida de agente secreto. Y ya que hablamos de Purdey, cabe preguntarse
si ella no representa un amor imposible para Steed, o una realidad que
él se niega a aceptar. Al comienzo del episodio, Purdey flirtea
abierta pero infructuosamente con Steed en el interior de su Jaguar. No
obstante al final, cuando Steed cae en la cuenta de que todos sus preciados
objetos están en peligro, no duda en llamar a Purdey rogándole
que se cuide, aunque ya sea tarde y Purdey tenga el cañón
de revólver de Crayford apuntándole a su cabeza.
Las interpretaciones se encuentran a la
altura de la historia. Gambit tiene un interesante rol que por suerte
ha sido bien aprovechado y Gabrielle Drake (claro, con diez años
más de cuando la vimos en "The Hidden Tiger" personificando
a la gélida Angora) quizás sea su mejor conquista. Clive
Revill no necesita mayores comentarios por su papel maduro, cansino, de
contornos temibles pero a la vez sombríos, propios del hombre que
juega la última carta de su vida, sin más emoción
que la de ver vencido a su eterno vencedor. Las escenas brillan por sí
solas, con un pináculo, quizás, en la secuencia de los altoparlantes,
en la que Crayford tortura psicológicamente a Steed anunciando
no sólo que atrapó a Purdey, sino que su hora final ha llegado.
Viéndolo a Steed en esta secuencia, uno se queda pensando en la
curiosa ironía del destino que le ha impedido a Patrick Macnee
emerger más allá de su categoría de actor eternamente
subestimado.
Sin embargo Patrick jamás se cobraría
venganza como Crayford por ver su nombre muy por debajo del de muchos
de sus colegas actores. Es más, hasta diría la misma línea
con la que Steed cierra "Dead Men Are Dangerous," cuando les
confiesa a Purdey y Gambit que la única vez que Crayford le ganó,
fue porque jugó sucio y sin embargo Steed nunca se lo hizo saber.
"El desesperadamente necesitaba ganar. No pude decírselo.
Era mi amigo."
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