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Llegan Los Vengadores
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Sexta Temporada

Un disparo al corazón de la serieMientras por cuarta vez en seis años los directivos se quemaban las pestañas tratando de encontrar una reemplazante para la aparentemente irreemplazable Diana Rigg, Patrick, que ahora ostentaba unos visibles kilitos de más y unas pobladas patillas a lo largo de su cara, aprovechó unas cortas vacaciones y se llevó a Kate a su amada California. Lamentablemente el intento de reconciliación fue efímero y poco después, mientras Patrick se encontraba disfrutando del desesperadamente necesitado consejo espiritual de una especie de gurú que vivía en Palm Springs, en pleno desierto del sur de California, recibió un enérgico telegrama procedente de Londres:

“Dale Pat, vení... STOP. Los norteamericanos ya decidieron quién será tu nueva partenaire. STOP”.

Sin Kate, sin Diana y con la incertidumbre de con quién y hasta cuándo seguirían Los Vengadores carcomiéndole lo más profundo de las entrañas, es obvio que Pat no se sentía en absoluto entusiasmado por tomar ese avión que lo devolvería a Inglaterra. Era como si, luego de la partida de Di, ya no quisiera saber más nada de la serie que lo había convertido justo en lo que siempre había soñado ser: una estrella.

Su desaliento se vio más acentuado aún cuando se enteró que su compañera de rubro sería ahora ¡una chica de sólo 20 años! Para un hombre madurito como él, que ya se encontraba a pocos meses de soplar 46 velitas en su torta, la elección de esta partenaire apenas 3 años mayor que su propia hija, aparecía por demás de ilógica y desubicada.

No sólo eso: un show tan netamente británico como Los Vengadores incorporaría una protagonista que no era inglesa, sino canadiense y para colmo de males, aunque la chica venía con varios 10 en su libreta de la RADA (la academia de actores más renombrada de Inglaterra) ¡no tenía la más pálida idea de lo que era actuar frente a una cámara de televisión!

Los sinsabores siguieron sin pausa para Patrick. El alto mando de la casa decidió despedir a los cerebros creadores Albert Fennelll y Brian Clemens debido a razones nunca suficientemente esclarecidas, y sus lugares fueron ocupados por un viejo conocido y brillante productor de las épocas de Cathy Gale: John Bryce. Ante todo ésto, cómo habrá sido de pronunciado el bajón de Patrick, que ni siquiera le dio bolilla a esa tímida e inexperta jovencita que intentaba ganarse su simpatía a toda costa.

No deben haber sido fáciles las cosas para Linda Thorson, la bella canadiense procedente de Toronto, que aunque venía con una cartaza de recomendación de nada menos que el genial director de cine John Huston, debía llenar el inmenso boquete dejado por Diana Rigg. Los productores le habían ordenado que rebajara unos kilos, que se tiñera el cabello de rubio y que pensara en un nombre para su personaje. Ella sugirió Tara King, Miss Tara King, la primera partenaire soltera que tendría Steed.

Con un sinnúmero de factores en contra y un nulo entusiasmo por parte de Patrick, el rodaje de los primeros episodios de la sexta temporada empezó en octubre del ’67. Luego de haber completado dos (Invitation To A Killing y Invasion Of The Earthmen) y de haber comenzado con un tercero (The Great Great Britain Crime”) quedó suficientemente claro para todos que la elección del productor John Bryce no había resultado acertada en absoluto. Al parecer Bryce no era un maestro para grabar en film, como sí lo había sido con las viejas grabaciones en videotape y no daba pie con bola en nada.

Siendo un hombre que no vacila en admitir que “muy raramente” (sic) suele perder los estribos, Patrick sostenía agrias discusiones diarias con Bryce y jamás lograban ponerse de acuerdo en cómo debían hacerse las cosas.

“Linda la pasaba muy bien. Yo odiaba cada minuto de todo eso. ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’, pensaba. No quería estar ahí. Era humillante, era duro y deseaba haber dejado el show... (...)... El entusiasmo se había esfumado”. Patrick Macnee, “The Avengers and Me”, p. 97

Finalmente, cuando los ánimos estaban tan caldeados en el set, que el furioso intercambio de miradas entre el dúo Bryce-Macnee hubiera derretido un iceberg del tamaño del asesino del Titanic, la ABC despachó sendos telegramas colacionados a Brian Clemens y Albert Fennelll con una única leyenda: “¡¡¡S.O.S.!!!!”

Y en diciembre del ’67, Patrick respiró aliviado cuando los dos papás del show volvieron a tomar las riendas.

Fennelll y Clemens casi se caen de espaldas cuando vieron los desastres que había cometido Bryce. Lo único que podía salvarse era el episodio Invasion Of The Earthmen (La Invasión De Los Hombres De La Tierra) al que le dieron curso con algunos retoques leves. Los otros dos fueron dejados momentáneamente de lado para ser re-filmados en su totalidad o para acudir a algunas escenas de ellos en caso de que la inventiva menguara alguna vez (en realidad, así fue).

Sin embargo la primera idea sensata que se les ocurrió a Fennelll y Clemens, sobre el filo del ’67 fue comenzar la nueva temporada con un buen final de la anterior. ¿Acaso el público no merecía saber qué había pasado con Mrs Peel y porqué Tara King la había reemplazado? ¿No podían ambas intervenir en un mismo episodio de intercambio?

El genio Clemens se puso a pensar y se sentó frente a su máquina de escribir. ¿Qué tal si Mrs Peel era muerta en acción? ¡Horror! Los televidentes jamás lo hubieran perdonado por concebir semejante bochorno. Descartada la cruel idea, a Clemens pues, no le quedó otro recurso que resucitar al siempre ilustremente ausente Mr Peel e inventar una pequeña historia sobre él, una historia que a nadie le agradaría, pero que al menos dejaría a nuestra Emma vivita y coleando para siempre.

De modo que Clemens retomó el inconcluso episodio que Di Rigg había dejado en el limbo, The Forget-Me-Knot (No Me Olvides), escribió una parte para Tara King, introdujo un extraño personaje masculino apodado Mother (Madre) y estampó el siguiente desenlace: Mrs Peel se enteraba, presuntamente por el diario, que su esposo Peter había sido encontrado con vida en la selva amazónica después de varios años de habérselo dado por muerto, y se aprestaba a volver presuroso al lado de su esposa Emma.

Indefectiblemente así, la sociedad Steed-Mrs Peel debía llegar a su fin y la necesidad de que Steed contara inmediatamente con una reemplazante, se vería sumamente imperiosa.

De hecho Fennelll y Clemens tuvieron que convencer a la ya desvinculada Diana Rigg de que se diera una vueltita por el set para volver a filmar íntegramente el episodio, agregándole una secuencia final en el departamento de Steed y una breve secuencia de encuentro casual con Tara King. En realidad Diana no podía decir que no; de acuerdo a lo estipulado en el contrato, aún le debía un episodio a la compañía. No sólo a esa altura Diana era integrante estable de la Royal Shakespeare Company, sino que en poco tiempo más y repitiendo la historia de Honor Blackman, pasaría a ser otra de las “chicas Bond” en la película de 1969 “On Her Majesty’s Secret Service” (“Al Servicio Secreto de su Majestad”). Sin embargo, dedicó tan sólo cuatro días de su tiempo para cumplir su compromiso con Fennelll y Clemens.

Ante este efímero regreso, suponemos que a Patrick deben haberle vuelto todos los colores a la cara, pero no tanto: estaba muy triste por la partida de Di. En la escena de despedida, Mrs Peel por primera y última vez le da un tímido aunque sensual beso en la mejilla a Steed y él por primera y última vez se refiere a ella como “Emma”. Según parece, ya había llegado a conocerla muy bien...

“Mantenga siempre su sombrero puesto en épocas de crisis y un ojo atento para los genios diabólicos”, le dice Emma a Steed, con un hilo de voz entrecortada. Y nadie, nadie podría negar que a Steed se le desliza una imperceptible lágrima por ese pétreo rostro lánguido, pintando a un hombre que a pesar de esa innegable flema británica que tanto se preocupó en mostrar, nunca fue de piedra.

a página 10, The Show Must Go On

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