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escribe Terylene
Desde las primeras escenas, uno percibe que este será un
episodio muy particular. Ni qué decir cuando advierte la sensualidad
de la escena que protagonizan Emma y Cartney, aquel caballero del clavicordio
y las bromas pesadas, cuyo rostro, libre aún de inmensos bigotes,
patillas y poblada cabellera, aparecía más desconocido que
los efectos que "A Touch of Brimstone" podría tener en
la audiencia.
Lo cierto es que el brillante dueto Brian Clemens-James Hill, algo habrá
vislumbrado cuando se arriesgó a introducir sutiles, pero harto
evidentes alusiones al sexo, las drogas y el infierno. A comienzos de
1966, estos tópicos tabúes para la televisión, podrían
haber desalentado cualquier intento de mostrarlos en pantalla, más
aún si eran aderezados con una pizca de violencia y sexismo entregados
en (in)cómodas cuotas. Pero Clemens y Hill sospechaban que llevando
adelante un proyecto de tal envergadura, enfrentarían diversas
situaciones que de una u otra manera, harían la serie aún
más popular--el rating les daría la razón. Dudamos
que los censores ingleses se hayan resistido a clavar sus miradas en la
despampanante Emma Peel, antes de clavar sus tijeras en el celuloide y
reducir drásticamente el metraje de la escena de los latigazos.
Como también dudamos que sus pares norteamericanos hayan decidido
prohibir de plano la emisión de "A Touch of Brimstone"
en USA, no sin antes caer rendidos ante la Reina del Pecado (¿alguien
se acuerda de "Las Increíbles Aventuras del Señor Tijeras,"
de Sui Generis? ¡Genial Charly!)
Pues bien. Más legendario que descollante, "A Touch of Brimstone"
hoy por hoy nos parece un cuento de la Cenicienta (bueno, casi) en el
que su gallarda osadía se diluye irremediablemente en la vorágine
de barbaridades que la TV actual pretende obligarnos a ver. Y aunque su
temática se haya desbordado un poco del cauce normal por el que
discurrían las historias de Los Vengadores, no podemos negar que
el episodio aún mantiene y a pesar de todo, su inconfundible toque
Avengerish.
La idea de frustrar relaciones exteriores por medio de bromas de mal
gusto a influyentes diplomáticos y de tramar un golpe de estado
desde las "catacumbas" de un misterioso Hellfire Club, cuyos
miembros no son más que "nenes malos," es un delirio
sólo circunscrito a Avengerland. Lo que parece salirse de sus confines,
son las prolongadas tomas de las orgías que se cometen en el club,
que desfiguran la continuidad del episodio. ("¡¿Qué
dirán los vecinos del piso de arriba?!" se pregunta Steed,
con esa magistral cara de eterno impávido).
Pero hay varias pequeñas perlas que nos devuelven el encanto de
esa tierra de fantasía. Veamos... Emma y Steed recortando diarios
y formando figuritas, o sentándose y parándose de sus butacas
en el teatro mientras discuten la broma perpetrada, entre otros, contra
Boris Kartovsky (a propósito, por qué extraña razón
Clemens volvió a utilizar este nombre en "Split!" para
otro personaje diferente, es un misterio). El televisor miniatura que
Steed lleva en su Bentley, lo que acoplado al teléfono de las épocas
de Elliot Ness que también solía formar parte de sus accesorios,
por cierto da cuenta de un auto antiguo tan especial como su dueño.
El monigote que pelea con Mrs Peel hacia el final, con pasos acrobáticos
y destreza inservible. El "National Anthem" que Lord Darcy por
suerte no alcanzó a tomarse. Y la prueba final con la que Steed
se gana la membresía en el Hellfire Club (¡después
de todo, nadie le dijo que no podía hacer trampa!). Todo se hace
merecedor de un sonoro aplauso.
El buen desempeño actoral es una constante en los miembros de
todo el elenco. No sólo vemos rostros que pronto nos serían
familiares en otros episodios de Los Vengadores y Los Nuevos Vengadores
(Jeremy Young, Colin Jeavons y Michael "Hombre Eléctrico"
Latimer), sino que también apreciamos el talento de Carol Cleveland
y Peter Wyngarde. Este último, volvería a deleitarnos en
"Epic" antes de mudarse al "Departamento 'S'" y luego
meterse nomás, en la piel de su "Jason King."
Enarbolando las banderas del erotismo a niveles nunca vistos ni antes
ni después en Los Vengadores, "A Touch of Brimstone"
seguirá siendo un clásico. Ni extraordinario ni imperdible
simplemente y por varias razones, un clásico.
escribe Pablo Alonso
Con las gemas con las que comparte temporada, cualquier persona
que tenga a este episodio entre sus favoritos tiene que estar basándose
únicamente en Diana Rigg. Argumento difícil de cuestionar,
pero además de ello (o de ella), el installment es uno altamente
disfrutable pero que no llega al tope de calidad debido a que la trama
se va simplificando para dejar paso a todo lo que pudiera shockear: conductas
pecaminosas, excesivas, violentas; bastante contrapuestas a las bromas
que realizan los señores del Hellfire Club, por cierto. Lo cual
no es necesariamente malo, pero podría haber sido mucho mejor si
Brian Clemens hubiera trabajado un poco más en la historia y sus
personajes en vez de acumular comportamientos indecentes uno tras otro.
Un ejemplo es la desaprovechada relación Emma-Cartney, pero Los
Vengadores siempre fue una serie reacia a indagar la psiquis y los sentimientos
de sus protagonistas más allá de las líneas generales
establecidas y ciertas insinuaciones, las cuales abundan en este capítulo.
Además, por más "zarpado" que haya sido esto
a mediados de los '60s, Clemens y el siempre efectivo James Hill aún
tenían que trabajar dentro de un formato televisivo, por ende había
patrocinantes y cadenas a las que no se podía molestar demasiado,
por lo cual, entre las conductas que el Hellfire Club promueve y lo que
se ve en pantalla hay un abismo. Es decir, podrán besar a sus mujeres
desaforadamente pero sólo en la boca y sin sacarse las ropas. Lo
cual en la revolcada en la cama entre Cartney y Sara resulta ridículo.
Sociedad secreta y todo, el sentido de orgía en este episodio está
muy lejos del de Eyes Wide Shut, la voyeuristica última
película realizada por Stanley Kubrick. Y sus instintos primales
de violencia en medio de la mesa son bastante bobos, como tampoco se espera
que estudiantes universitarios hagan avioncitos de papel (ver, por supuesto,
A Sense Of History).
Lo más interesante de toda esa cuestión no es lo que se
ve, sino lo que no se muestra: la elipsis (omisión en el tiempo
del relato) que ocurre entre que Emma es presentada como la Reina del
Pecado (con una mirada perdida que sugeriría que no sólo
le dieron vestimentas de dominatriz y una serpiente) para ser llevada
en andas por los fiesteros (y fiesteras), y cuando luego se la ve charlando
con Steed, hace pensar que la verdadera diversión ocurrió
fuera de cámara, mientras se muestra a una serpiente enroscándose
cerca del fuego. Aunque, conociendo al personaje, seguramente Emma no
dejó que nadie le toque un pelo que no fuera de su cabeza...
Prestándole un poco de atención a Steed, está impecable
como siempre, ya sea fingiéndose viejo conocido de Darcy, ganándose
la membresía del Club, o flirteando con la divina Carol Cleveland.
En cuanto al resto del cast, Colin Jeavons compone un perfecto infeliz,
los doppelgangers del Club logran comportarse como unos animales, y Peter
"JK" Wyngarde es una estrella (es notable cómo, cuando
Darcy interrumpe una reunión del Club, el cambio de mood
de Cartney es hecho evidente por Wyngarde con sólo una variación
en su mirada) que podría haber brillado aún más si
Clemens hubiera puesto un poco más de empeño en el guión.
Lo que sí fue muy bien trabajado fueron todas las escenas de lucha;
cuerpo a cuerpo, a floretes o a latigazos.
Les dejo una trivia que coseché por haber seguido el programa
Mysteries, Magic & Miracles hosted by Mr. Macnee, lo que evidencia
mi interés por la carrera de este hombre, ya que ni siquiera lo
van a encontrar listado en la IMDB, y eso que es de los 90's... Una vez,
Don Patrick presentó el caso del fantasma de una chica que había
sido una víctima del Hellfire Club orginal del siglo XVIII. Lamentablemente,
P.M no linkeó conceptos como estoy haciendo yo ahora; hubiera sido
un buen plug...
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