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Cuarta Temporada
La
vida de Patrick, no obstante, está irremediablemente adornada por una
implacable serie de subibajas que recién en su vejez comenzarían a oxidarse
gradualmente y detener su ritmo frenético. Cuando creía estar en la cima
y tal como sucedió con Ian Hendry, esta vez Honor Blackman proclamó, en
marzo de 1964, su desvinculación de la serie para irse con Sean Connery
y su archiconocido James Bond.
Si la partida de Hendry había caído como
un balde de agua fría, la de Honor cayó como una lluvia de cubitos de
hielo. Como siempre, Patrick fue tomado por sorpresa, ya que ningún directivo
lo había puesto al tanto de la decisión de Honor.
Aferrado a un éxito nacional indiscutible
y a una camaradería envidiable, Patrick le rogó a Honor que se quedara,
pero el papel de Pussy Galore en la película de Bond “Goldfinger” sonaba
demasiado atractivo para ella y se mantuvo firme en una decisión de la
que nunca se arrepentiría. El que sí se arrepentiría por su actitud fue
Patrick, quien un poquito fuera de sí y herido sin remedio por una movida
que no alcanzaba a comprender, mantuvo un diálogo un poco subidito de
tono con Honor y se dijeron algunas que otras cositas poco agradables.
Como consecuencia, Honor Blackman y Patrick Macnee no se hablarían mutuamente
por un par de años hasta que por suerte, enfriados los ánimos, la amistad
que siempre hubo entre ambos resurgió aún con más fuerza, justo en el
momento en que Patrick más necesitaba de sus buenos amigos.
El episodio que puso fin a la sociedad
entre Steed y Mrs Gale fue Lobster Quadrille, al término del cual, Mrs
Gale anunciaba que se iría de vacaciones a una de las playas del Caribe
para “descansar” en ellas y no “andar dando vueltas por ahí” (en
el original, ella utiliza la palabra “pussyfooting”, en una velada
alusión a su próximo rol de Pussy Galore en la película de Bond).
No sería fácil llenar el hueco dejado por
Honor Blackman y la situación no sólo trajo aparejados innumerables inconvenientes,
sino que volvió a dejar a Patrick sin trabajo. Conviviendo armoniosamente
con Kate y debiendo aún mantener a Barbara, sus hijos y su madre, cada
vez más senil y extravagante, Patrick debe haber retrocedido mentalmente
a sus épocas de comienzos de 1960, cuando la incertidumbre laboral lo
había envuelto tan pronto aterrizó nuevamente en su país.
No obstante, un alivio mucho más espiritual
que económico fue el que sintió cuando supo que Barbara acababa de casarse
con un psiquiatra, encontrando por fin la felicidad conyugal luego de
soportar “una serie de atorrantes, encabezados por mí”. Lamentablemente
el psiquiatra moriría trágicamente varios años después.
Mientras una vez más los directivos de
la ABC se revolvían en sus butacas tratando de encontrar una reemplazante
de Cathy Gale, si es que planeaban con la continuidad del show, Patrick
fue invitado a participar en algunos episodios de obras teatrales por
televisión, que al menos le aportaron ganancias, pero no sirvieron para
aplacarle la ansiedad y los nervios.
“A esa altura ya estaba convencido
de que “Los Vengadores” era cosa del pasado. Le confié mis temores a Ian
Hendry, con quien me había encontrado casualmente. Ian me preguntó si
todavía tenía confianza en el show. Asentí, agregando que no tenía la
más mínima confianza en los capos. El comentario de Ian sobre ellos es
irreproducible, pero me arrancó una risotada”. Patrick Macnee, “Blind
In One Ear”, p. 236
Finalmente, esos capos decidieron que la
serie seguiría adelante aunque no había ni noticias de quién sería la
reemplazante de Honor Blackman. Es obvio suponer que la cola de actrices
postulantes para ese papel, empezaba en las mismas puertas de la ABC y
terminaba en el medio del Támesis. Entre ellas, contra la voluntad de
Patrick, estaba Kate, ansiosa por obtener el rol junto a su novio, el
adorado John Steed.
Cuando a nadie le quedaban uñas para morderse
y Patrick ya se había vaciado todos los frascos de Valium de su botiquín,
los directivos dijeron “Se acabó”, despidieron a las chicas de
la cola diciendo que ya habían tomado a la candidata y le presentaron
a Patrick a su nueva socia: la rubia Elizabeth
Shepherd, una partenaire que ya no se llamaría Mrs Gale, sino Mrs
Emma Peel.
A esa altura ya todo estaba estudiado, cada detalle, cada movida. Emma
Peel debía significar “algo más” que un nombre... y lo significaba. Si
repetimos varias veces “Emma Peel”, llegaremos a un sonido muy parecido
a “M (em) Appeal (apil)”, en donde esa “M” puede muy bien pensarse como
la abreviatura de “man” (“hombre”). Por lo tanto “M appeal”, es como decir
en inglés, “man appeal”, (“atractivo, encanto para hombres”).
También se había estudiado la forma en
grabar la serie. Por fin la producción le había dicho adiós al vetusto
y obsoleto videotape y emulando la modalidad seguida por otras series
de la casa, comenzó una nueva era para The Avengers: su grabación en film.
Esta decisión no sólo obedecía a un cambio de tecnología: al terceto Wintle-Fennelll-Clemens
comenzaba a interesarles el mercado norteamericano y las perspectivas
de vender el show allí parecían alentadoras. ¿Pero quién les hubiera comprado
una serie grabada en videotape cuando la regla general en USA era el film?
No obstante, el presupuesto aún no cerraba
para probar ese chiche nuevo que ya comenzaba a dejar de ser una quimera:
la filmación en color. De modo que los episodios de la cuarta temporada
serían producidos también en blanco y negro. Claro que si Estados Unidos
cooperaba con algunos dólares...
Todo comenzó a pintar con los mejores colores,
a pesar del blanco y negro, pero muy pronto la paleta terminó en un balde
de agua. La rubia Shepherd, a pesar de sus cueros elegantes y los atributos
típicos de una reina de belleza, no era exactamente la actriz que la dupla
Fennelll-Clemens deseaba para el papel de Mrs Peel.
Luego de meses de ardua labor y con la
filmación del episodio debut titulado Town Of
No Return a medio camino, los capos cantaron el “no va más”, le pusieron
un generoso cheque en la mano a Miss Shepherd en agradecimiento por los
servicios prestados y le dijeron a Patrick que se serenara de antemano,
porque habría que empezar a buscar a una nueva reemplazante.
A esa altura, Patrick ya estaba un poquito
acostumbrado a estos infortunios, pero no por ello se encontraba con mejor
ánimo para asimilarlos. No obstante, pese a los avatares de una serie
que sería su vida, pero que también le daría muchos y molestos dolores
de cabeza, esperó... y desesperó.
Hasta que por fin otra vez se hizo la luz
y todos los directivos y productores se pusieron enfáticamente de acuerdo
cuando vieron la prueba que dio UNA de las 200 chicas postulantes para
el papel de Emma Peel: “¡Esa! ¡Esa! ¡Esa!”, dijeron a coro.
No cabían dudas. Los laureles habían recaído
unánimemente en una novel actriz que acababa de aparecer en una de las
producciones del Armchair Theatre creado por Sydney Newman. Esta joven
natural de Doncaster pero criada en la India, donde su padre había sido
un funcionario británico del gobierno hindú, era alta, esbelta, bonita,
simpática, con gran sentido del humor, con una gracia natural admirable
y por sobre todas las cosas, talentosa. Nadie mejor que ella podría representar
a Mrs Peel.
Cuando Patrick le echó el ojo a este paradigma
de belleza y sensualidad que habría de convertirse en su nueva compañera
de rubro, otra vez experimentó acuciantes problemas con su libido incontrolable
y el pulso se le disparó a 1500 por hora. Debe haber necesitado de una
considerable dosis de tranquilizantes para recuperar el habla y susurrarle
al oído: “Te invito a cenar al Connaught Hotel...”
Y parafraseando el final de “Casablanca”,
“ese sería el comienzo de una gran amistad”. Una sólida amistad
que uniría desde entonces las vidas de Patrick Macnee, 42 años,
y la deslumbrante Diana Rigg, de apenas 26, por siempre “Di” para Patrick
y para todos sus íntimos.
Esa cena fue como un espejo en el que ambos
se reflejaron sin tapujos.
“Los dos éramos perfectamente
tajantes, obviamente tratando de tantear los límites de cada uno sobre
lo que nos gustaba y lo que no, y naturalmente todo gravitaba sobre el
sexo. Di aclaró que ella sólo hacía excepciones con hombres de intelecto
y me lanzó una fulminante mirada que sugería que yo no satisfacía todos
sus requisitos. Fue entonces cuando me di cuenta que ambos teníamos esta
extraña afinidad”. Patrick Macnee, “The Avengers and Me”, p. 65
Por esas cosas de la vida, cuando conoció a Di, a fines del ‘64, Patrick
ya había decidido casarse con su novia Kate, con quien convivía desde
hacía por lo menos dos años. No sólo eso: también había fijado la fecha
de la boda para marzo del año siguiente.
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