Aproximación
A Vuelo Rasante: El Steed De Mi Adolescencia Temprana
La
primera impresión que captó mi mente cuando vi a Steed aparecer por la
pantalla, hace incontables años atrás, durante quizás la primera emisión
de Los Vengadores en la Argentina, pintaba a un aristócrata solemne que,
eso sí, vestía muy anticuada pero elegantemente, jamás se sacaba ese sombrero
típicamente inglés y mucho menos olvidaba su paraguas, por más que hubiera
un sol rajante.
Para una criatura en los albores de la
adolescencia, cuyos héroes televisivos cubrían una amplia gama comenzando
por Eliot Ness, el capitán Kirk, Mr Spock, Jim West, Napoleon Solo y “el
rubio de ‘Misión Imposible’” (sic), dar cabida a un personaje como
John Steed parecía un tanto desencajado. Para mí, Steed no era exactamente
como su compatriota Simon Templar, ni menos aún como los intocables titanes
de la pantalla yanqui, con quienes yo había crecido.
Steed era diferente. Debajo de su sombrero
y detrás de su paraguas yo creía ver un ser distante, frío, cauto, calculador,
impertérrito ante las situaciones más desesperantes. Y eso chocaba para
mi mente ingenua. No adquiría dimensiones de héroe. No era el standard
que el grueso de los precoces adolescentes de 1970 estaba acostumbrado
a aceptar. No se trataba de un personaje detrás de una historia directa,
simple, cuyo principio, desarrollo y desenlace nos era servido en
bandeja de plata. Era muy fácil así: nuestra misión sólo consistía
en tomar el manjar de esa bandeja y paladearlo con suma avidez.
Pero Steed no se aparecía con ninguna bandeja:
¡nosotros debíamos pedírsela!
Steed nos ofrecía un ser para pensar, un
ser en el que había que aceptar que lo blanco era negro y lo negro blanco,
un ser si se quiere extravagante, paradójico para nuestro entender de
la época, un ser que empuñaba un paraguas en lugar del tan aceptado
y clásico revólver, un ser que con esa mirada impasible era capaz de derribar
todo lo establecido.
Steed era ante todo un personaje mentalmente
adelantado a su tiempo, pero luciendo físicamente como un personaje
detenido en el tiempo. La ambigüedad se había vuelto tan axiomática, tan
extraña para ser digerida por una criatura común, que muchos preferimos
retornar al capitán Kirk, que era futurista de principio a fin, o Eliot
Ness, viviendo definitivamente en los años ’30 que nunca conocimos, o
a los siempre modernos y actuales de “Misión Imposible”.
Y mientras tanto, nuestro pobre John Steed
permanecería ignoto en esa escala de tiempo, sonriendo, esperando a que
nuestras neuronas maduraran y nuestro corazón lo recibiera por fin como
a un viejo amigo que quiso entrar en nuestra niñez... pero no le abrimos
la puerta.
Aproximación De Alto Vuelo: El Steed
De Mi Vida Adulta
Hubo
de pasar mucho tiempo, sin embargo. En diciembre de 1999 Steed y Los Vengadores
volvieron a la pantalla televisiva argentina luego de un prolongado retiro
voluntario. Sólo que esta vez, yo ya no tenía 12 años...
Ahora todos estábamos en edad para comprender
que el universo de Steed constituye un mundo único, delimitado por los
contornos sin fin de una serie tan intricada y multifacética como los
compases de Robert Fripp y su King Crimson. Como los personajes de Sir
Alec Guinness y su “Kind Hearts and Coronets” (“Ocho sentenciados”). Como
los casos de Sherlock Holmes y su Dr Watson.
Steed es el paradigma de un mundo dado
vuelta. Un mundo donde la reacción le gana de mano a la acción. Donde
la elegancia y la diplomacia corren a la velocidad de la luz sobre la
violencia manifiesta. Donde el absurdo y la fantasía se dan la mano para
reflejar situaciones reales y cotidianas. Donde hombres y mujeres trepan
hacia los máximos niveles intelectuales utilizando la misma escalera.
Donde, como Patrick Macnee afirma, “uno esperaba que yo, el hombre,
tomara las decisiones y no las tomaba; las mujeres lo hacían”.
Pocas veces se ha dado el caso tan congruente
de que a un actor al que le hacía falta un buen trampolín para lanzarse
al estrellato, se le ofreciera un personaje que con el tiempo, requeriría
exactamente de las facetas y el perfil que a él lo pintaban de cuerpo
entero.
Pero las cartas no estarían así barajadas
desde el principio. Lo cierto es que los futuros guiones de esa nueva
serie de la ABC británica que se llamaría “Los Vengadores”, demandaban
la presencia de un asistente para el Dr Keel y lo único que especificaban
para ese asistente era el nombre: John Steed. No debe haber sido fácil
para el casi anónimo Patrick Macnee, que había aceptado el ofrecimiento
a regañadientes, ponerse los pantalones de un Steed del que ni siquiera
conocía el talle. Como tampoco debe haber sido cómoda su situación cuando
el creador de la serie, pocas semanas después, lo pondría de espalda contra
la pared, demandándole el perfeccionamiento del personaje que ni
siquiera ellos mismos habían sido capaces de delinear.
Quizás el mérito más loable de Patrick
Macnee radique precisamente en ese detalle: haberle dado forma, haber
pulido y definido un personaje que aparecía por primera vez ante la audiencia
detrás de una puerta entreabierta sin la menor descripción y haberlo diseñado
a su imagen y semejanza.
Si hay que ser aún más precisos, no exageramos
al afirmar que Patrick Macnee le dio vida al agente secreto más
famoso de la televisión británica y de lejos, es el responsable absoluto
de su éxito. Hasta tal punto, que categóricamente no concebimos a John
Steed sin Patrick Macnee... y como el tiempo se lo demostraría a él mismo,
a veces resulta difícil imaginar a Patrick Macnee sin John Steed. Más
bien diríamos que son tal para cual.
Realidad Y Ficción Cara A Cara
Resulta sorprendente la aproximación que
Patrick le hace a Steed cada vez que tiene que hablar de él. Pareciera
estar tan imbuido en su personaje, aún hasta el día de hoy, que muy a
menudo, cuando se le pregunta algo, o debe comentar algo específicamente
sobre Steed, dice:
“...cuando yo contrarrestaba una orden
para matar a una adorable estrella francesa de cine...”, o “... cuando
ella [Emma] me besa en la mejilla y pronuncia esa línea...”, o
“cuando rescato a Tara del borde de la ventana...”
¿Cómo? ¿No es Steed el que hizo todo eso?
La manía recurrente de Patrick de hablar
en primera persona cuando sabemos que en realidad se está refiriendo a
Steed, nos demuestra que efectivamente y como él lo ha afirmado siempre,
“Steed era más que un papel para mí; era una extensión de mí mismo”.
Nos preguntamos si esa extensión realmente comienza a partir de una frontera
definida, o si por el contrario las vidas de Steed-Macnee corren paralelas
como los rieles de una vía férrea.
Patrick nos dice más aún:
“A medida que fue pasando el tiempo,
Steed y yo crecimos juntos. Lo interpretaba de acuerdo a cómo me sentía
ese día en particular, lo cual funcionaba de un modo divertido, porque
lo mejor del show radicaba en que era inmediato”. (“The Avengers And Me”,
p. 71).
Muchos rasgos distintivos de Steed pueden
comprenderse cabalmente en cuanto uno comienza a rastrear la vida de Patrick
Macnee. De hecho, Steed NO es un exacto reflejo de Patrick. Pero se le
acerca bastante. Hay increíbles similitudes entre ambos, pero también
hay diferencias apreciables.
Tal como sucede con sus asistentes femeninas,
no existe un background exhaustivo de Steed. Nos vamos enterando de pequeños
detalles de su vida a través de determinados episodios de la serie y los
vamos hilvanando hasta quedarnos con un conjunto coherente. También observamos
sus actitudes, su comportamiento, sus reacciones, su modo de encarar las
diversas situaciones y nos vamos formando un criterio más o menos heterogéneo
acerca de su personalidad.
Establecer semejanzas y diferencias entre
John Steed y Patrick Macnee, basándonos en lo expuesto en el párrafo anterior,
surge como una consecuencia natural para quienes hemos literalmente devorado
Los Vengadores a través de todas sus épocas. Y traer esas facetas a la
luz, podría transformarse en una experiencia sumamente apasionante.
¿Qué tal si lo intentamos?
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