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Salón De Los Espejos
John Steed - Patrick Macnee

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Aproximación A Vuelo Rasante: El Steed De Mi Adolescencia Temprana

La primera impresión que captó mi mente cuando vi a Steed aparecer por la pantalla, hace incontables años atrás, durante quizás la primera emisión de Los Vengadores en la Argentina, pintaba a un aristócrata solemne que, eso sí, vestía muy anticuada pero elegantemente, jamás se sacaba ese sombrero típicamente inglés y mucho menos olvidaba su paraguas, por más que hubiera un sol rajante.

Para una criatura en los albores de la adolescencia, cuyos héroes televisivos cubrían una amplia gama comenzando por Eliot Ness, el capitán Kirk, Mr Spock, Jim West, Napoleon Solo y “el rubio de ‘Misión Imposible’” (sic), dar cabida a un personaje como John Steed parecía un tanto desencajado. Para mí, Steed no era exactamente como su compatriota Simon Templar, ni menos aún como los intocables titanes de la pantalla yanqui, con quienes yo había crecido.

Steed era diferente. Debajo de su sombrero y detrás de su paraguas yo creía ver un ser distante, frío, cauto, calculador, impertérrito ante las situaciones más desesperantes. Y eso chocaba para mi mente ingenua. No adquiría dimensiones de héroe. No era el standard que el grueso de los precoces adolescentes de 1970 estaba acostumbrado a aceptar. No se trataba de un personaje detrás de una historia directa, simple, cuyo principio, desarrollo y desenlace nos era servido en bandeja de plata. Era muy fácil así: nuestra misión sólo consistía en tomar el manjar de esa bandeja y paladearlo con suma avidez.

Pero Steed no se aparecía con ninguna bandeja: ¡nosotros debíamos pedírsela!

Steed nos ofrecía un ser para pensar, un ser en el que había que aceptar que lo blanco era negro y lo negro blanco, un ser si se quiere extravagante, paradójico para nuestro entender de la época, un ser que empuñaba un paraguas en lugar del tan aceptado y clásico revólver, un ser que con esa mirada impasible era capaz de derribar todo lo establecido.

Steed era ante todo un personaje mentalmente adelantado a su tiempo, pero luciendo físicamente como un personaje detenido en el tiempo. La ambigüedad se había vuelto tan axiomática, tan extraña para ser digerida por una criatura común, que muchos preferimos retornar al capitán Kirk, que era futurista de principio a fin, o Eliot Ness, viviendo definitivamente en los años ’30 que nunca conocimos, o a los siempre modernos y actuales de “Misión Imposible”.

Y mientras tanto, nuestro pobre John Steed permanecería ignoto en esa escala de tiempo, sonriendo, esperando a que nuestras neuronas maduraran y nuestro corazón lo recibiera por fin como a un viejo amigo que quiso entrar en nuestra niñez... pero no le abrimos la puerta.

Aproximación De Alto Vuelo: El Steed De Mi Vida Adulta

Hubo de pasar mucho tiempo, sin embargo. En diciembre de 1999 Steed y Los Vengadores volvieron a la pantalla televisiva argentina luego de un prolongado retiro voluntario. Sólo que esta vez, yo ya no tenía 12 años...

Ahora todos estábamos en edad para comprender que el universo de Steed constituye un mundo único, delimitado por los contornos sin fin de una serie tan intricada y multifacética como los compases de Robert Fripp y su King Crimson. Como los personajes de Sir Alec Guinness y su “Kind Hearts and Coronets” (“Ocho sentenciados”). Como los casos de Sherlock Holmes y su Dr Watson.

Steed es el paradigma de un mundo dado vuelta. Un mundo donde la reacción le gana de mano a la acción. Donde la elegancia y la diplomacia corren a la velocidad de la luz sobre la violencia manifiesta. Donde el absurdo y la fantasía se dan la mano para reflejar situaciones reales y cotidianas. Donde hombres y mujeres trepan hacia los máximos niveles intelectuales utilizando la misma escalera. Donde, como Patrick Macnee afirma, “uno esperaba que yo, el hombre, tomara las decisiones y no las tomaba; las mujeres lo hacían”.

Pocas veces se ha dado el caso tan congruente de que a un actor al que le hacía falta un buen trampolín para lanzarse al estrellato, se le ofreciera un personaje que con el tiempo, requeriría exactamente de las facetas y el perfil que a él lo pintaban de cuerpo entero.

Pero las cartas no estarían así barajadas desde el principio. Lo cierto es que los futuros guiones de esa nueva serie de la ABC británica que se llamaría “Los Vengadores”, demandaban la presencia de un asistente para el Dr Keel y lo único que especificaban para ese asistente era el nombre: John Steed. No debe haber sido fácil para el casi anónimo Patrick Macnee, que había aceptado el ofrecimiento a regañadientes, ponerse los pantalones de un Steed del que ni siquiera conocía el talle. Como tampoco debe haber sido cómoda su situación cuando el creador de la serie, pocas semanas después, lo pondría de espalda contra la pared, demandándole el perfeccionamiento del personaje que ni siquiera ellos mismos habían sido capaces de delinear.

Quizás el mérito más loable de Patrick Macnee radique precisamente en ese detalle: haberle dado forma, haber pulido y definido un personaje que aparecía por primera vez ante la audiencia detrás de una puerta entreabierta sin la menor descripción y haberlo diseñado a su imagen y semejanza.

Si hay que ser aún más precisos, no exageramos al afirmar que Patrick Macnee le dio vida al agente secreto más famoso de la televisión británica y de lejos, es el responsable absoluto de su éxito. Hasta tal punto, que categóricamente no concebimos a John Steed sin Patrick Macnee... y como el tiempo se lo demostraría a él mismo, a veces resulta difícil imaginar a Patrick Macnee sin John Steed. Más bien diríamos que son tal para cual.

Realidad Y Ficción Cara A Cara

Resulta sorprendente la aproximación que Patrick le hace a Steed cada vez que tiene que hablar de él. Pareciera estar tan imbuido en su personaje, aún hasta el día de hoy, que muy a menudo, cuando se le pregunta algo, o debe comentar algo específicamente sobre Steed, dice:

“...cuando yo contrarrestaba una orden para matar a una adorable estrella francesa de cine...”, o “... cuando ella [Emma] me besa en la mejilla y pronuncia esa línea...”, o “cuando rescato a Tara del borde de la ventana...”

¿Cómo? ¿No es Steed el que hizo todo eso?

La manía recurrente de Patrick de hablar en primera persona cuando sabemos que en realidad se está refiriendo a Steed, nos demuestra que efectivamente y como él lo ha afirmado siempre, “Steed era más que un papel para mí; era una extensión de mí mismo”. Nos preguntamos si esa extensión realmente comienza a partir de una frontera definida, o si por el contrario las vidas de Steed-Macnee corren paralelas como los rieles de una vía férrea.

Patrick nos dice más aún:

“A medida que fue pasando el tiempo, Steed y yo crecimos juntos. Lo interpretaba de acuerdo a cómo me sentía ese día en particular, lo cual funcionaba de un modo divertido, porque lo mejor del show radicaba en que era inmediato”. (“The Avengers And Me”, p. 71).

Muchos rasgos distintivos de Steed pueden comprenderse cabalmente en cuanto uno comienza a rastrear la vida de Patrick Macnee. De hecho, Steed NO es un exacto reflejo de Patrick. Pero se le acerca bastante. Hay increíbles similitudes entre ambos, pero también hay diferencias apreciables.

Tal como sucede con sus asistentes femeninas, no existe un background exhaustivo de Steed. Nos vamos enterando de pequeños detalles de su vida a través de determinados episodios de la serie y los vamos hilvanando hasta quedarnos con un conjunto coherente. También observamos sus actitudes, su comportamiento, sus reacciones, su modo de encarar las diversas situaciones y nos vamos formando un criterio más o menos heterogéneo acerca de su personalidad.

Establecer semejanzas y diferencias entre John Steed y Patrick Macnee, basándonos en lo expuesto en el párrafo anterior, surge como una consecuencia natural para quienes hemos literalmente devorado Los Vengadores a través de todas sus épocas. Y traer esas facetas a la luz, podría transformarse en una experiencia sumamente apasionante.

¿Qué tal si lo intentamos?

a página 3, Convergencias: Steed - Macnee

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