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De Steed A Sleuth
Ya para 1971 Patrick se había comprado
una genial propiedad en Palm Springs y aunque siempre con su corazoncito
en Inglaterra, había decidido permanecer en Estados Unidos, ya que era
desde allí donde las ofertas de trabajo le llovían como el maná bíblico.
No obstante, el papel de Andrew Wyke parecía
tener un imán que siempre se le pegaba en los lugares más incómodos y
por esas bendiciones del destino, se lo volvieron a ofrecer, esta vez,
para interpretarlo en Broadway. Nuevamente la reticencia y la inseguridad
frente a sus cualidades histriónicas pretendieron disuadirlo de semejante
rollo, pero fue tal la insistencia de ciertos actores (verdaderos amigos,
en realidad) que al final, Patrick se arremangó, sopló un poco a su alrededor
para ahuyentar esa aureola Steedesca, se puso a leer innumerables libros
sobre psicópatas, ensayó duro durante cuatro meses y en 1972, con 50 años
cumpliditos, se metió nomás en la piel del neurótico Andrew Wyke, la estrella
de la obra teatral “Sleuth”. No se arrepentiría jamás de ese arrebato
pleno de arrojo, porque “Sleuth” sería otro de los grandes aciertos de
su vida. Si hay dos protagónicos de los que Patrick por siempre estará
sumamente orgulloso, esos son Steed y Andrew Wyke.
“Sleuth” permaneció en cartel durante 18
meses en Broadway (todo un record) a un ritmo de ocho funciones semanales.
A Broadway le siguió un tour por muchas ciudades estadounidenses y canadienses.
Pero... ¡ay! Esa escalera de utilería que Wyke tenía que subir y bajar
continuamente a lo largo de la obra, con el tiempo le arrancaría a Patrick
más de un exabrupto imperceptible. Sus rodillas comenzaban a evidenciar
un incipiente y doloroso toque de artritis, pero... ¿quién le quitaba
lo bailado?
Con su hija Jenny viviendo con él en Palm
Springs (lugar al que ella había recalado por prescripción médica, debido
a sus severos ataques de asma) atendiéndolo y cuidándolo esmeradamente
con la balanza y el alcohol, Patrick se encontró viajando asiduamente
por compromisos de trabajo que lo llevaban a todas partes. Pero indudablemente
su prolongada performance en “Sleuth” tuvo mucho que ver cuando un jurado
se puso de acuerdo para otorgarle en 1975 el “Straw Hat Award” (“Sombrero
de Paja”) un premio concedido a quienes habían sido capaces de mantener
en cartel durante mucho tiempo una determinada obra teatral. No era para
menos: cuando Patrick se enteró que sería honrado con ese premio, aún
seguía interpretando “Sleuth” en Chicago.
Nuestro ahora Andrew Wyke se debe haber
sentido radiante como una llama encendida cuando fue a recibir ese premio
a Nueva York. Porque... adivina adivinador... Diana Rigg se encontraba
allí trabajando en teatro y por cierto que no rehusó a su invitación para
acudir a la ceremonia. Pero el por siempre modesto Patrick no pudo menos
que sonrojarse y ponerse un poco nervioso cuando el anfitrión, un Cary
Grant ya entrado en años, lo presentó como un actor de fama internacional
que había “estelarizado” películas compartiendo cartel con excelsos de
la talla de Laurence Olivier, Edith Evans, Vivien Leigh, Jean Simmons,
David Niven... (“Caray, digo... Cary, si supieras que yo actuaba sólo
de extra con semejantes luminarias”...)
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