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Descansando
Bajo La Sombra Del Paraguas De Steed
escribe Terylene
Cualquier
periodista que bosquejara una nota sobre Patrick Macnee en 1969, seguramente
contaría con tanto material como para escribir su propia biografía con
el tamaño de una enciclopedia. Desde el anónimo Mr Macnee que había aterrizado
en Londres en abril de 1960, hasta el afamado Mr Macnee que despegaba
de Londres en marzo de 1969 junto al no menos célebre Richard Burton,
con quien se había encontrado casualmente en el aeropuerto, quedaban 9
años que habían transformado su vida para siempre.
Pero al margen de su inmensa popularidad
que lo volvía instantáneamente reconocible en cualquier rincón del mundo
y de su fajo de billetes que por cierto no le cabía en el bolsillo, pero
que sí le permitía darse los más apetecidos lujos, Patrick seguía siendo
el mismo hombre emocionalmente inestable que mucho tendría que ponerse
a pensar sobre sus dos fracasos matrimoniales y su vida futura. Resuelto
a no pasar nunca más ni por la vereda de un registro civil y entendiendo
amargamente que sus deseos de vivir en familia parecían ser para él más
inalcanzables que Saturno, a los 47 años Patrick comenzaba nuevamente
a padecer los sinsabores de la soledad, la incertidumbre y los más profundos
dilemas.
“Había estado totalmente enfrascado en un ajetreado trabajo
durante 9 años... y de hecho me había subestimado, hasta tal punto que
creía que la serie era un rotundo fracaso. No era un rotundo fracaso.
Era simplemente el final de Los Vengadores”. Patrick Macnee, “The
Avengers and Me”, p. 117
Emigrado una vez más de su país para vagar
incansablemente por lo que sería uno de los grandes amores de su vida,
el sur de California y sus oníricos paisajes tanto marítimos como desérticos
a lo largo de Malibu, Palm Springs y La Jolla, Patrick comenzó a recibir
ofertas de trabajo. Esas ofertas provenían tanto del cine (aunque no del
que generalmente se anuncia en las salas con marquesinas centelleantes),
el teatro y la televisión y comenzaron a pasearlo por varios países del
mundo anglosajón, entre ellos Australia, donde recaló hacia 1970. No obstante,
si bien le dejarían sus buenos dividendos, ninguna de esas nuevas posibilidades
le abriría una puerta tan grande como Los Vengadores. Patrick aún seguía
siendo John Steed para muchos y más que una etiqueta ocasional, se había
convertido en una marca a fuego para él.
Estando precisamente en Australia mientras
cumplía una serie de representaciones teatrales, cierto día recibió un
llamado desde Londres, mediante el cual le proponían, cantante y sonante,
el papel de nada menos que Andrew Wyke, el protagónico masculino de la
famosa obra “Sleuth”. ¡Eso sí que era no una puerta, sino un portón de
cuatro hojas! Sin embargo, abstraído en cierto placentero trabajo que
no podía hacerse esperar (Pat es bien explícito en su libro “Blind In
One Ear” acerca de lo que estaba haciendo en ese momento, pero nosotros,
respetuosos de su intimidad, vamos a obviarlo) y eternamente agorero ante
sus propias habilidades actorales, nuestro ex-Steed dijo “No”. Nunca terminaría
de arrepentirse por decirle “No” a la oportunidad de actuar con semejante
protagónico en el encopetado West End londinense.
“Patrick, vos sos tu peor enemigo. No tenés confianza en
vos mismo y por eso no sos ni la mitad de lo bueno que podrías ser”.
Diana Rigg, citada por Patrick Macnee, “The Avengers and Me”, p. 32
Di le había cantado la justa, como siempre.
Ni el propio Patrick estaba convencido de que era un buen actor. Por el
contrario, aunque reconfortado por el fiel apoyo de su hijo Rupert (egresado
con honores de Princeton y radicado en USA) sus inseguridades crecían
como una espiral inflacionaria, aunque afortunadamente lo llevaron a tratar
de mitigarlas de los modos más sensatos. Gracias a un acertado tratamiento
profesional, Patrick no sólo le dijo definitivamente “chau” al cigarrillo,
sino que comenzó a dar buenos pasos para lograr dejar sus botellas con
el corcho puesto. Al igual que un verdadero adicto, tanto el tabaco como
el alcohol habían sido dos plagas que se encargaron pacientemente de maltratar
su sano organismo desde su juventud. También, pese a su reticencia inicial,
pero siguiendo el sabio consejo de su amiga Honor Blackman, encontró en
un equipo de psicólogos, un gradual alivio emocional que muy, muy lentamente
iría trabajando sobre esos graníticos cimientos que su terrible infancia
le había construido en su mente.
La imagen que Patrick ofrecía en los primeros
años de los ’70, poco y nada tenía de parecido con la que lo había presentado
ante el mundo televisivo bajo el sombrero de John Steed. Por el contrario,
ahora el hippie Patrick era un bohemio que cuando se encontraba lejos
de las cámaras y los reflectores, disfrutaba de su casa en las playas
de Malibu, usando ropa absolutamente sport, pañuelos y colgantes al cuello...
y prodigándose como siempre, alguna que otra compañía femenina.
Claro que a veces la ropa era un estorbo
para Patrick... Es muy posible que los antiguos miembros de la colonia
nudista californiana conocida como “Elysium”, todavía se acuerden de un
tenista de cualidades nada despreciables, cuyo único atuendo eran su raqueta
y las pelotitas de tenis que llevaba siempre en su mano. Nos quedamos
pensando qué hubieran dicho Pierre Cardin y Hardy Amies si se hubieran
encontrado con este atractivo exponente del sexo masculino luciendo en
público un cuerpo ¡que ellos tanto se habían preocupado en vestir! A la
larga, Patrick renunciaría sin embargo a jugar al tenis en Elysium, ya
que según ha confesado en entrevistas, estando desnudo nunca encontraba
un bolsillo donde guardar sus pelotitas de tenis...
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