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escribe Terylene
Después de decenas de episodios
en los que Brian Clemens brilló sin mácula y de otros pocos
en los que su inspiración prefirió discurrir por una rampa
descendente, no podía faltar una historia como esta, en la que
hasta cuesta imaginar que lleva la rúbrica del "muchacho maravilla."
Porque... no es que "Trap" presente un guión deplorable
más bien ese guión es inexistente. O si existe, ¿quién
podría asociarlo con Los [Nuevos] Vengadores? Todo parece indicar
que Clemens por entonces se encontraba demasiado concentrado en la concepción
de Los Profesionales como para recordar que Los Vengadores siempre se
ha destacado por abordar temáticas comunes con un enfoque muy
particular, considerablemente alejado de las historias del imperio de
la droga y sus magnates, la línea argumental de "Trap."
Esta línea argumental no sólo
se hace inverosímil por las falencias de un guión digno
de algún oscuro show de bajo presupuesto, sino también por
las caracterizaciones ridículas y el manejo irracional de los personajes.
Terry Wood es un actor de aptitudes pasables, que habíamos conocido
previamente en "Three-Handed Game." ¿Alguien se lo imaginaría,
particularmente con su físico robusto, personificando al chino
Soo Choy? ¿Y por qué esa voz forzada de afónico,
que luego de los primeros diez minutos se torna intolerable? Si Soo Choy
es chino, ¡entonces podríamos considerar a Steed como un
perfecto tibetano!
Nuestros Vengadores, a decir verdad, tampoco
se salvan de las incoherencias perpetradas en su nombre. Muy vilmente
los tres son engañados por un traidor y arrastrados a un aeródromo
en plena noche de lluvia torrencial (aunque por cierto ni Steed ni Gambit
se encontraban entregados a los brazos de Morfeo, como la casta Purdey)
ante un falso alerta de desastre nuclear. Y no sólo que durante
su viaje al randezvous disfrutan de un champagne en el "avión",
sino que cuando caen en la cuenta de la trampa que Soo Choy les ha tendido
y saben que el aparato ya sin piloto se estrellará irremediablemente,
siguen manteniendo una calma que pone nervioso al propio televidente.
Bueno, después de todo, tan trágico
no resulta ser el impacto, salvo para el avión: el brazo izquierdo
fracturado de Steed es la única gran consecuencia. Y aquí
hay un detalle que parece demostrar que el director Austin se entretenía
más en fotografiar a su esposa de la vida real la japonesa
que personifica a la secretaria de Soo Choy que en poner atención
a los detalles del accidente aéreo. Al principio su brazo quebrado
parece hacerlo sufrir lo indecible a Steed. Pero al final del episodio,
no sólo que Steed ya lo mueve con total libertad, sino que hasta
bromea con su mano izquierda ("Peekaboo!") cuando todos
menos la audiencia creían que ésta había
caído con guante y todo tras el sablazo de un enloquecido Soo Choy...
¡Guau! ¡Vaya curioso poder de sanación que tiene Steed!
Ni que hubiera estado viendo Misterios, Magia y Milagros, presentado por
un tal Patrick Macnee...
Uno presupone que en un episodio en el
que los primeros 20 minutos son dedicados a frustrar las maniobras de
Soo Choy y los otros 30 transcurren en el medio del bosque, en una suerte
de juego del gato y el ratón, con los tres Vengadores acechados
por los chinos persecutores a cada paso que dan, no hay nada rescatable
o digno de mención. Y no, no lo hay. Lamentablemente, muy poco
puede apuntarse sobre el desempeño de Purdey y Gambit, más
allá de una que otra pelea. Ambos se hubieran podido lucir tan
sólo con un guión un poco más inteligente y no con
trilladas líneas del tipo "Yo, Tarzán... no... yo,
Jane... no... yo, Purdey," que dicho sea de paso y con las salvedades
del caso, Clemens le robó a su colega Philip Levene de "Small
Game For Big Hunters."
Pero siempre las recompensas llegan, tarde
o temprano, para ciertos sectores del público. Y podríamos
sentarnos a hablar un poco de Steed, sin bombín y sin paraguas,
correteando herido por el bosque con lo que le queda de su finísimo
traje aterciopelado con el que despidió a su amiga Miranda. Pero
eso sería entrar ya en el terreno de la "Steedofilia"
y claro... es otro cantar.
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