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escribe Terylene
El veterano Charles Crichton, que dirigiría entre otros,
varios episodios de las series televisivas inglesas más renombradas
y culminaría su carrera con el film "A Fish Called Wanda"
("Los enredos de Wanda"), había debutado en Los Vengadores
nada menos que con "Death At Bargain Prices." Frente a semejante
episodio, uno podría presumir que sus trabajos posteriores en el
show asumirían los mismos patrones artísticos. Pero con
"The Danger Makers" hay que confesar que la destreza de Crichton
decayó apreciablemente.
Sin embargo es posible que no se trate de un problema específicamente
de dirección, ya que el episodio cuenta con un par de brillantes
momentos. Quizás el guión de Roger Marshall cuya idea
central no es nada desdeñable sea el responsable de la extrema
lentitud y falta de atractivos sobre los que gira la trama. Quizás
los personajes, excepto Robertson y la pintoresca Coronel Adams, tampoco
sean lo suficientemente llamativos como para despertar demasiado interés
en la audiencia. O probablemente los decorados no sean tan convincentes
como para entusiasmarnos. O ciertos errores de continuidad aparezcan demasiado
evidentes como para pasarlos por alto: si "The Danger Makers"
fue producido y televisado originalmente después de "The
Hour That Never Was," ¿por qué Steed visita la base
RAF Hamelin supuestamente desmantelada en el episodio mencionado
donde incluso nadie parece reconocerlo?
Pero afortunadamente existen ciertas escenas tensas y excelentes líneas
de diálogo que levantan la alicaída puntería de la
historia. Y en esto hay que decir que la delantera la llevan tanto Emma
como Steed. El provocativo escote que Mrs Peel usa cuando le pregunta
a Steed cómo puede congraciarse con Robertson, dispara la libido
de Steed a la décima potencia y su expresión facial todo
lo dice en apenas dos segundos. La tensión originada durante la
apertura de cierta caja misteriosa que Robertson le regala a Emma, estalla
en franca sonrisa cuando Steed abre una de esas "bombas" para
llevársela a la boca, admitiendo que los envueltos, son los chocolates
que más le gustan.
En la Manton House, las extravagancias comienzan a multiplicarse. Su
propietaria es una veterana Coronel Adams, coleccionista de objetos militares,
que rápidamente intenta disputar con Steed la posición de
las mujeres en el ejército, tópico que Steed desde el principio
deja fuera de discusión. Ingresar a la sociedad "Los Amantes
del Peligro" requiere, aparentemente, sólo de un sobrenombre
para Steed (que entre tantos motes griegos, no es de sorprender que se
quede con "Baco"--dios del vino) y de una prueba de fuego para
Mrs Peel. Se ha dicho que su paseo por los tablones, sosteniendo un par
de aros que deben pasar por entre alambres electrificados sin tocarlos,
es una escena vibrante y digna de comerse las uñas. De hecho que
está bien lograda y dirigida. Pero por cierto algunos espectadores
no sufrimos tanto como Steed--se sabe de antemano que Emma saldrá
victoriosa de tal empresa. ¿O quedan dudas, acaso?
Pero claro, bien valen unos momentos de tensión en un episodio
que precisamente pretende contarnos algo sobre el "placer" que
provocan los actos riesgosos. En otras palabras, no será de lo
mejor, pero merece verse.
escribe Pablo Alonso
Un episodio que trata su argumento de manera seria dejando el
humor reposar en las manos de Steed. No hay excéntricos, o todos
los danger makers son a su manera más que excéntricos, pirados
que obtienen el placer ausente desde las guerras poniendo en riesgo su
vida. Uno de los comentaristas del sitio QQF la definió adecuadamente
como una versión sixties de "Crash", la enfermiza
película de David Cronemberg en la que la gente obtenía
placer sexual a partir del choque de automóviles. Obviamente el
guión de Roger Marshall (siempre manejando bien los ámbitos
en los que se mete) no llega a esos extremos (no hubiera podido tampoco)
pero es una historia que también podría haber sido desarrollada
como una comedia negra. Imagínense si el Mayor Robertson en vez
de Nigel Davenport hubiera sido interpretado por Graham Chapman, haciendo
uno de esos militares ridículos que aparecían en el Flying
Circus de los Monty Python, y van a comprobar el potencial cómico
de este argumento.
Divagaciones aparte sobre realidades alternativas, The Danger Makers
es otro gran episodio con otro gran trabajo de Charles Crichton tras las
cámaras, con la particularidad de que el mastermind está
todo el tiempo, desde el principio, delante de las narices de Steed y
Emma. El Dr. Lang, sanata psicológica aparte, se le revela a Steed
como el más rayado de todos; basta con ver su mirada cuando le
cuenta su plan.
Las mejores escenas son.. muchas. Los momentos de acción, ya sean
las conductas de "beatniks irresponsables" (Steed dixit, línea
un poco conservadora, incluso tardía, para 1965), los asesinatos
y peleas son impecables, pero las palmas se las llevan la tensísima
prueba de iniciación para Emma y la manera en que Steed se escapa
retando al Mayor Robertson a un duelo con una sola pistola en el medio
de la mesa. Por lo demás, la secuencia en la que Steed examina
cuidadosamente los bombones que Emma recibe para luego expresar su preferencia
por los que vienen envueltos, prefigura los pasos de comedia de los tags
de las siguientes temporadas. Hablando del tag, en éste se vuelve
a hacer un racconto de los núcleos de la historia como en el episodio
anterior, Quick-Quick-Slow Death. The Danger
Makers es otra de las joyas subvaloradas de la cuarta temporada.
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