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Permiso... Soy Yo, ¿Puedo Pasar?
escribe Terylene
Aunque ha vivido la mitad de su vida en
otros países (principalmente Estados Unidos) y de hecho ostenta ciudadanía
norteamericana desde hace por lo menos 40 años, vamos a confesarlo: el
señor Daniel Patrick Macnee es y será tan británico como los Beatles,
Sir Winston Churchill, el Big Ben o el té de las 5 de la tarde. Y es más,
admite que ha hecho siempre un consciente esfuerzo para no perder su acento
inglés.
Por
más que le demos vueltas, debemos aceptar que es imposible resumir en
pocas palabras toda una vida que Patrick ha pintado con magistrales pinceladas
en su excelente autobiografía de 298 páginas, "Blind In One Ear"
("Ciego de un oído", un título paradójico y anecdótico que mucho
tiene que ver con su propia personalidad) publicada cuando tenía 66 años
de edad y mucho, mucho para contar. No
obstante si nos fijamos bien en las sinceras palabras que asoman desde
la primera página de su libro, habremos de convencernos que ya desde el
vamos, la vida nunca fue fácil para Patrick:
"Dado que mi alcohólico padre prefería los caballos
antes que los humanos y mi imprevisible madre prefería las mujeres antes
que los hombres, ¡mi nacimiento podría ser considerado fortuito!".
Patrick Macnee, portada de "Blind In One Ear"
De hecho, nadie podría negarlo.
Portando sangre escocesa de la más sublime
estirpe, Patrick hizo su irrupción por este mundo el lunes 6 de febrero
de 1922, haciéndose anunciar como un nuevo miembro de la aristocracia
londinense, aunque a él siempre le quedará la duda si Dorothea Henry,
su madre, dio a luz "en un carruaje, en una cama de hospital o en
una cuneta". Ella jamás pudo acordarse con exactitud.
Con la perspectiva que ofrecía la relación
de sus padres, él un diminuto pero hábil y renombrado entrenador de caballos
de carrera y ella una elegante y fogosa dama de la alta alcurnia, con
inclinaciones sexuales un tanto peculiares, es obvio que desde sus primeros
años, Patrick no conoció lo que era "vivir en familia". Pronto
el matrimonio Macnee hizo agua por los cuatro costados, naufragó en alcohol
y cada uno de los consortes decidió vivir por su cuenta y orden.
Patrick quedaba en el medio y el "reglamento"
de la alta sociedad demandaba que los hijos debían recibir una adecuada
educación en establecimientos para pupilos. Fue una buena excusa para
que a los 5 años, Patrick se convirtiera en víctima inocente de "la
primera de las tantas veces en las que sería cargado en un inmenso y brillante
vehículo y depositado para ser cuidado por extraños personajes, que erróneamente
habían decidido que su vocación radicaba en educar chicos".
Poco después, cuando recibiría el primero
de los innumerables bastonazos en el trasero, porque ese era "el
modo" en que se entendía que la disciplina debía ser inculcada en
las criaturas, irremediablemente Patrick le "declararía la guerra
al mundo adulto".
"¿Quién hubiera creído que este castigo de mi infancia
habría determinado mis gustos, mis deseos y mis pasiones por el resto
de mi vida?". Jean-Jacques Rousseau, citado por Patrick Macnee,
"Blind In One Ear", p. 36
Entre tanto su padre, Daniel, alternaba
frenéticamente su trabajo entre Inglaterra y la India, mientras que Dorothea
realizaba cándidos circuitos sociales, visitando en una misma tarde, a
su amante femenina, a su marido, a un colega de su marido y nuevamente
a su amante. Fue precisamente durante alguna de esas rondas, invariablemente
regadas de alcohol y humo de cigarrillo, en la que el colega de su marido
(o vaya uno a saber quién) la volvió a dejar embarazada y hacia 1929 Thea
dio a luz a su segundo hijo, James.
El nacimiento de James provocó la ira de
la amante lesbiana de Thea, Evelyn, una mujer autoritaria y posesiva,
fumadora y bebedora empedernida, dueña de una vasta y opulenta residencia
Tudor llamada "Rooksnest", en las afueras de Lambourn, cerca
de Londres. Dicha mansión era continuamente frecuentada por un sinnúmero
de damas aristocráticas que se entregaban a las más encendidas y atrevidas
orgías.
Si hay un nombre que Patrick ha intentado
borrarse definitivamente de su mente durante toda su vida y jamás tuvo
éxito, ese fue Rooksnest. Cuando Thea decidió que allí se trasladaría
a vivir, debió afrontar los ruegos de Patrick para disuadirla. Pero salió
triunfante y reconociendo que todo sería para mejor, iría tras su amante
llevándose consigo a su hijo mayor; James nunca sería admitido en Rooksnest
y por ende, el amor de hermanos (o hermanastros como en este caso) sería
otro de los lujos que Patrick tampoco conocería.
Patrick tenía una larga lista de razones
para seguir creyendo que esa mudanza no sería mejor para nadie, pero la
firme determinación de su madre acabaría por sumergirlo en "una incerteza
que me obsesionó y me sigue obsesionando hasta el día de hoy". No
era para menos: Evelyn le exigía que la llamara "Uncle" Evelyn
("tío" Evelyn), de hecho no le tenía ninguna simpatía, ya que
él se "robaba" gran parte del amor de su madre y como si fuera
poco, Evelyn lo obligaba a usar faldas escocesas, porque acuñaba un particular
odio hacia el sexo masculino y no quería saber nada de hombres viviendo
en su casa, a no ser por algunos sirvientes. Suponemos que la curiosa
exigencia de Evelyn no le habrá causado a Patrick la menor gracia, aún
a pesar de su origen escocés. Tal vez, en lugar de tomarlo como el cumplimiento
de una costumbre ancestral, el uso de faldas en territorio inglés haya
significado para él una burla hacia su propio sexo.
Virtualmente olvidado por su padre, apañado
por una madre inestable que dividía sus sentimientos entre su amante y
él, alejado de su hermano a la fuerza, odiado y celado por Evelyn, rodeado
por un batallón de mujeres extrañas que lo ignoraban elegantemente, observando
impávido cómo el alcohol, el tabaco y el sexo desfilaban delante de sus
ojos, soportando los castigos corporales en su costoso colegio de "rígida"
disciplina y desesperado por encontrar a alguien con quien compartir su
infelicidad, Patrick ha vivido una infancia de esas que terminan siendo
confesadas en el sillón de un psiquiatra. Y así lo haría él, muchos años
después, cuando la fama ya lo había paseado por el mundo de la mano de
John Steed.
Sin embargo, terco y empeñado en sobrevivir
a pesar de todos los obstáculos interpuestos, trató siempre de gambetear
los horrores y salir adelante con el "arma" más formidable de
la que tuvo y tiene posesión absoluta: un brillante, cáustico, espontáneo,
espléndido sentido del humor.
Cuenta Patrick que cuando "Uncle Evelyn"
decidió que él debía ingresar a Eton, uno de los colegios secundarios
para varones más encopetados, distinguidos y onerosos de Londres, él en
rebeldía, resolvió boicotear el examen de ingreso. Mirando abiertamente
hacia los exámenes de sus compañeros, con la tácita intención de ser descubierto,
de pronto se dio cuenta que no estaba de acuerdo con las respuestas que
éstos escribían en sus hojas. Por lo tanto redactó las suyas en base a
sus propios conocimientos. Evidentemente fue traicionado por su sinceridad
y sus cualidades de buen alumno: ¡sin quererlo, había escrito las respuestas
correctas!
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